En principio, seguramente estaremos de acuerdo con la máxima de que “todos los padres quieren lo mejor para sus hijos”. De manera habitual cuando le preguntas a un padre o a una madre qué es lo que querría para sus hijas en un futuro, lo primero que solemos contestar es “que sean felices”. Obviamente, esto no pasa de ser un deseo, ya que como objetivo es imposible de cumplir, ya sabemos que la felicidad o no de nuestros hijos no depende, en exclusiva, de lo que hagamos o no como padres.

Pero, es evidente que, muchas de las cosas que hagamos, o dejemos de hacer, les influirán y ayudarán a seguir un camino en el que tengan más posibilidades de encontrar su propia definición de “ser feliz”.

Así, hay algunos patrones recurrentes de relación padres-hijos con los que le podemos complicar este camino del que hablamos.

Uno de los más frecuentes, según señalan los estudios en estos momentos, es el modelo hiperprotector.

Estos padres suelen ser cariñosos, dulces, cercanos... Se preocupan por la vida de sus hijos: cómo le va en el colegio, cómo rinde en las actividades extraescolares, cómo se relaciona con sus amigas…, suelen hacerles muchas preguntas y mostrarse muy interesados por todo su mundo (dónde van, qué hacen).

Hasta aquí, podríamos pensar que todo normal, ¡quieren lo mejor para sus niños!” Pero, empiezan a complicarse las cosas… seguramente sea una cuestión de medida y en este caso “más” no equivale a “mejor”.

Así, los padres hiperprotectores suelen tener lo que se conoce como un comportamiento de “asistencia rápida”, es decir, suelen intervenir ante cada mínima dificultad que se pueda presentar en la vida de los hijos (ya sea en el colegio, en el parque cuando discute con un amigo o ante la comida que le hemos preparado…) siempre con la buena intención de facilitarle el camino y de que no sufran.

Suele ser habitual que les resulte difícil corregir un comportamiento no deseado de su hijo, cambiando las normas si consideran que son demasiado frustrantes para éste.

Estos dos tipos de comportamiento suelen combinarse (la asistencia excesiva resolviendo las dificultades del hijo y la escasez de límites o su frecuente modificación).

Las consecuencias para los niños pueden ser varias, las más frecuentes suelen ser: o niños (y adultos) dependientes e inseguros, sin capacidad de resolución, ya que no han aprendido a cómo hacerlo, que presentan una importante falta de autonomía, o niños (y adultos) tiranos que no aceptan las mínimas frustraciones y que reaccionan con agresividad si sus necesidades y deseos no son satisfechos por el mero hecho de haber sido expresados.

Os dejo una frase que creo que puede servir para empezar a romper este patrón que, sin lugar a dudas, se produce con la mejor de las intenciones.