Todos y todas, seguramente, nos hemos sentido (y sentiremos) inseguros ante algunas situaciones. Este sentimiento es lógico y no suele interferir demasiado en nuestra vida. Además, no significa que no podamos sentirnos seguros y competentes en muchas otras esferas.

Sin embargo, hay personas que se encuentran bloqueadas, incapaces de actuar ya que ponen en entredicho de manera sistemática sus decisiones. Cualquier situación se convierte en una prueba, donde evalúan si valen o no valen. Les asaltan temores de fracaso y falta de reconocimiento, creen que sus imperfecciones e incapacidades pueden quedar a la vista de todos, anticipando la desvalorización de los demás. Así, podemos encontrar ejemplos en las siguientes situaciones: no acudir a una reunión social (cena, fiesta…) por temor a no gustar, a no interesar al resto, a quedarse al margen o no presentarse a un examen por temor a suspender.

El inseguro “crónico” sobrevalora siempre a los otros, infravalorando sus propios recursos. Del mismo modo, también sobredimensiona la dificultad de lo que debe afrontar, por lo que tiende a posponer la asunción de responsabilidades y se mantiene en un "punto muerto" sin ser capaz de poner en práctica iniciativas que supongan una solución.

Desde la terapia breve, se entiende que mientras se mantenga la repetición de la solución ineficaz (posponer) se incrementarán los sentimientos de desvalorización y, en consecuencia, se amplía la sensación de impotencia en la relación con uno mismo y con los demás. Estos sentimientos retroalimentan la solución ineficaz generando un círculo vicioso que a la persona le resulta complicado romper.

Como decía Erich Fromm “La tarea psíquica que una persona puede y debe establecer no es sentirse segura, sino ser capaz de tolerar la inseguridad”.