Podemos definir la asertividad como una estrategia comunicativa que permite defender nuestros derechos, sentimientos, actitudes y opiniones de manera firme y clara desde el respeto propio y ajeno.

Esto último es básico, ya que algunas personas pueden confundir la conducta asertiva con una especie de “sinceridad a toda costa”, presumiendo de “autenticidad”, de un comportamiento ético intachable y, de decir “la verdad pese a quien pese", al margen de si con ello ofenden o hieren a alguien.

Tampoco hay que confundir la asertividad, en la que se habla desde lo que “yo” pienso, "yo" siento, "yo" necesito...con hablar en exclusiva de uno mismo y de sus necesidades.

Hay que tener en cuenta, además, que una cosa es expresar directamente de una manera adecuada nuestras necesidades y, otra diferente, es considerar que el otro está en la obligación de cubrirlas. Así, dentro de sus propios derechos, la otra persona puede no estar conforme con lo expresado.

Ser asertivos no va a solucionar todos nuestros problemas, seguiremos experimentando dificultades y frustraciones. No garantiza que consigamos todo lo que necesitamos, ni siquiera que se nos corresponda de la misma manera. Pero sí nos puede proporcionar, sin duda alguna, un mayor autoconocimiento y control personal, facilitando con ello, una comunicación afectiva y efectiva, evitándonos ciertos conflictos y contribuyendo a una resolución más positiva de otros.