Si bien, el efecto de las críticas no siempre dependerá del cómo las hacemos, a la hora de trasmitirlas eso es, precisamente, lo que dependerá de nosotros.

De manera muy resumida proponemos algunas recomendaciones. Somos conscientes que pueden parecer algo forzadas e incluso “artificiales” pero no hay que olvidar que la comunicación es algo que se aprende y se entrena así que cuanto más nos entrenemos más “espontáneos” y eficaces seremos.

Aunque puede parecer obvio, lo primero es tener claro cuál es nuestro objetivo: básicamente saber qué queremos que la otra persona cambie, centrándonos en comportamientos y no en actitudes (no juzgar, atacar o culpabilizar). Después buscaremos el momento adecuado (otra obviedad que se nos suele pasar por alto), ya que para solucionar algo es preciso que ambas personas estén en “disposición de escuchar y dialogar”.

Una fórmula que suele recomendarse es la siguiente:

Describir la situación (siendo lo más concreto y breve posible. ¡Esto es fundamental!) + Expresar lo que ocurre ante el comportamiento que te molesta y cómo te hace sentir (Mensajes en primera persona)+ Pedir un cambio de conducta concreto.

Veamos un ejemplo: “Cuando estoy trabajando y haces ruido… me cuesta mucho concentrarme… me gustaría que cuando comienzo a trabajar trataras de hacer el menor ruido posible. Así, podré acabar antes y tendremos más tiempo para disfrutar juntos".

Es imprescindible "sintonizar" nuestro lenguaje no verbal (tono, gestos, muecas...) con nuestras intenciones (buscar soluciones), mostrándonos relajados y con un tono calmado.

Por último, es necesario, escuchar la opinión y necesidades del otro, facilitando que exponga su punto de vista y poder así encontrar alternativas de solución consensuadas.