1. Las críticas: algunas ideas de base.

Si consideramos la siguiente definición: “opinión, examen o juicio que se formula en relación a una situación, servicio, propuesta, persona u objeto”, entenderemos que hacer y recibir críticas es inevitable.

En nuestras relaciones emitimos frecuentemente comentarios sobre los comportamientos de los demás (y sobre los propios) y también, ¡cómo no!, “sufrimos” los que los otros nos hacen. Sin embargo, no todas las críticas serán valoradas por igual, ni nuestra reacción será siempre la misma.

Esto dependerá, fundamentalmente, de una serie de factores:

- La interpretación que hagamos de la crítica (si le damos validez o no).

- El tipo de relación que tengamos con la persona. La intención que le damos al realizarla (de ayuda o no).

- La autoconfianza sobre el aspecto que se critica (no es lo mismo recibir una crítica sobre aquello en lo que nos sentimos seguros que sobre lo que nos percibimos vulnerables).

- Nuestro estado emocional (si estamos o no cansados, nerviosos, relajados…).

- La autoconfianza sobre el aspecto que se critica (no es lo mismo recibir una crítica sobre aquello en lo que nos sentimos seguros que sobre lo que nos percibimos vulnerables).

Por tanto, aquel dicho de “No ofende quien quiere sino quien puede”, podría aplicarse perfectamente.

En ocasiones, por muy destructiva que sea una crítica, y en función de los factores anteriores (no le doy credibilidad, quien la hace no es importante para mí, me siento segura...) es muy posible que no le de importancia y, por tanto, no la viva como una ofensa.

De la misma manera una crítica constructiva por muy bien planteada que esté, si mi relación con la persona que la emite es mala, y creo que sus intenciones también, es probable que me sienta ofendida y reaccione en consecuencia.